martes, 15 de noviembre de 2011

De la editorial El Eterno Femenino, se presentó el libro Cuentos y relatos de Fiestas, de Pterocles Arenarius en la Semana del Libro y la Astronomía del CCH Naucalpan, el pasado 30 de septiembre

De la editorial El Eterno Femenino, se presentó el libro Cuentos y relatos de Fiestas, de Pterocles Arenarius en la Semana del Libro y la Astronomía del CCH Naucalpan, el pasado 30 de septiembre.
Estuvieron en esta presentación, además de la editora Noemí Luna, los escritores Jorge Borja y Cristina de la Concha para comentar sobre su contenido y el autor.
"Hace 26 años, en el taller de cuento de Edmundo Valadés, escuché el testimonio de un chamaco sparring que subía al ring con Mantequilla Nápoles, como parte del entrenamiento de esa leyenda del boxeo." Nos contó Jorge Borja, y continuó:
"A través de sus palabras, todos los ahí presentes vivimos desde ringside el veloz intercambio de golpes entre un muchacho armado de valor, y un gigante en el apogeo de su fama. Al final, la pantera se divertía humillando al cachorrito.
"Leía un güero garrudo de pelo largo y sonrisa irónica que de vez en vez se mesaba el bigote. Su voz tensa, emocionada, cortante y dolorosa. Era el propio Pterocles Arenarius quien contaba un episodio de su adolescencia como parte del entrenamiento de un aspirante a escritor dispuesto a acometer las grandes peleas de la literatura."

Aunque en ese tiempo Pterocles se presentaba con la personalidad de un inquieto pasante de ingeniería que frisaba la treintena, por la manera en que se paraba en medio del salón, se callaba por momentos, respiraba hondo, proseguía para cambiar el ritmo de la lectura, era fácil imaginarlo como un boxeador que había mudado los guantes por las palabras, ambos instrumentos manejados con  puños certeros y contundentes.
De entonces a la fecha ha corrido mucha tinta, mucho alcohol, mucha pasión y muchas lágrimas. En el camino de la escritura se han quebrado decenas de aspirantes. En primer lugar quienes buscaban el éxito y la publicación inmediata. Esos acabaron escribiendo guiones para telenovelas o discursos para políticos. Después, los que deshojaron sus mejores historias en el vértigo de la bohemia que los condujo finalmente al hospital o al camposanto.
Resistieron sólo los más necios, los más fuertes, los más locos. Aquellos que se dejaron invadir por la imaginación creadora. Los que fueron adecuando su existencia y sus necesidades a la exigente llamada de la literatura. Los que, más interesados en escribir que en publicar, se dedicaron a horadar la veta que los llevó hasta el corazón de las palabras. Pterocles fue uno de ellos.
Sin embargo, más allá de la condición proteica que lo llevó a ser soldador en el Metro, cantante de rock, activista político, profesor de matemáticas, hipnotista, esotérico y periodista, Pterocles fue y sigue siendo un boxeador nato, que como los de mayor prosapia, se forjaron en las calles más peligrosas del barrio.
Dice Cortázar, el gran cronopio, que “en ese combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por puntos  mientras que el cuento debe ganar por knock out”. Así lo demuestra Pterocles durante los 11 encuentros que se presentan en su libro.
Puede afirmarse sin temor, que en cada uno de estos textos hay intensidad y contundencia. Intensidad en el uso de un lenguaje vigoroso y veloz, que nunca da tregua al lector y lo mantiene en absoluta tensión. Contundencia en la construcción de la sorpresa; no la que resulta de un final efectista, sino aquella que se origina en la vitalidad de los personajes y en una trama alejada de toda fórmula narrativa.
En esta antología, Arenarius hace de fajador o de estilista, peleando con cálculo felino o con rabia perruna, para conseguir siempre la victoria por la vía del cloroformo. A veces aplica la fuerza y la destreza necesarias para conectar un mortal uppercut, y en otras se mueve con la elegancia y la precisión que requiere el filoso jab. Así demuestra los recursos y las mañas de un viejo púgil, pero sostenidas por la energía de un joven escritor. Combinación al parecer contradictoria en la vida real, pero paradójicamente posible en el cuadrilátero del arte.
Fiestas debe su nombre no sólo a una parte de las temáticas que aborda, sino a la profusión de un lenguaje que del rigor de sus principios formales se eleva hasta estallar en sus distintas posibilidades.
Así, en un principio, su narrativa puede ser tan expositiva y didáctica como en el cuento “Por un pecílgo”:
 “Actuó con pasión ingenua. Entrega de semejante totalidad sólo se autoriza por el candor. Su palpitante fervor era bisoño, producto de la sabiduría prístina, propia de los seres vivos.
Dije para mis adentros “gracias, Dios mío”.
Regresé (guiado por, necesariamente, ella, principiante) al principio.
En el principio fue el verbo.
El verbo. La conjugación. El verbo, acción o pasión.
Primera conjugación:
tocar     jugar      confiar     gustar
conjurar   amar      tolerar
soñar     charlar
dar.”
O más adelante, en el crescendo de su narrativa y ya instalado en pleno paroxismo verbal, su lenguaje puede convertirse en una suerte de dialecto propio del hampa, como en el relato “Ese conecte”:
 “P’s va, te cuacha un coto del parle más efe ¿no? Chido y salitres: nomás oclayo coco y oreja; chanclas. Al tiro ¿eh?
 Cada banda maneja su verbo, pero cincho, cómo nariz, hay un rollo capitán, o bueno, general. La transa es conectar dos tres aligeres más bien leves que se rolan. O sea, para picar la salsa chido tienes que caer en un terreno machín ¿verdá?, tierra de apaches, sitio macizo.
La voz de los distintos narradores que intervienen, va modulándose desde la propiedad del caballero que por la magia de la ficción se transmuta en chafirete, teporocho, rata o judas, según sea el caso. En sus páginas desfilan mujeres de toda laya que coinciden en su arrojo y bravura, como en la historia de “Madreardiendo y bailarás”.
 No hay pedo, hijo; va un tirito derecho: tú y yo, Pirata. ―Y decir como hacer el Madreardiendo se puso a tiro y armó la guardia. Jactancioso el cabrón todavía volteó a vernos―: esta pinche vieja pelea como cabrón, ya la conozco. ―Entonces Itamar, La Piratita, hija y nieta de rameras, madreadora cotidiana, le cambió el estilo y empezó a pelear como vieja: le apañó un fajo de greñas para rasguñarle bien la jeta. El cabrón trató de someterla con dos tres vergazos, pero ella aguantó; se veía que la madriza, era, para ella, sí, cosa diaria. Peleando astutamente encontró forma de asestar un patadón harto culero en los meros aguacates. El Madreardiendo (golpeado una vez más de miles por puta desde que era chiquito) hasta brincó, tan fuerte había sido el cabronazo.”
Fiestas también es el panóptico del barrio, el ojo del refuego, el retrato de la vida y milagros de sus personajes, que a diferencia de una literatura más escandalosa, no intenta mitificarlos sino desnudarlos en toda su frágil y terrible humanidad. Una suerte de verismo, en ocasiones brutal, que busca, como en la literatura de Hemingway, “hacer la historia tan real, más allá de cualquier realidad, que llegue a ser parte de la experiencia del lector y parte de su memoria”. De esta manera, quien lo lee también forma parte del selecto grupo de invitados a la “Fiesta (Cuando bajaron los ratones)”.
“La vecindad era más o menos grande, pero no cabía la gente. Entonces cerraron la primera de Juan de la Granja, desde Corregidora hasta Auza. Las putas del Chale, que chambeaban en el veintiuno de Juan de la Granja, dejaron de trabajar desde a eso de las tres de la tarde. Las de doña Ramira, la del quince, ésas sí le siguieron, pero al rato ya andaban también en el refuego. Bajaron los más gruesotes rateros, cuates y no cuates de Manuel el Matador. De San Antonio Tomatlán donde abundan cabrones que son hijos de la chingada; de La Bella Helena que son unos perros para pelear; los de El Quinto Infierno, p’s matones y asaltantes; de La Candelaria de los Patos donde presumen que te roban los calzones sin quitarte los pantalones, bueno, pa’qué te digo, lo más grueso. Ahí anduvo el Chavo Narciso, retintero y buen corredor; Mario el Chaparro, tambor retinto pero además chinero; Felipe el Carimula, famoso carterista; don Raúl el Flaco, el más respetado fardero de a la brava por sus grandes güevos; el Güero Patillas que le hacía a todo pero más bien era ojete y mal intento de padrote. También llegaron las más adineradas madrotas de los barrios, como doña Petra la Tecolota que trabajaba en La Candelaria con pura putita provinciana, la Rebeca de San Ciprián que todos los años consigue y conserva una quintito para vendérsela al mejor postor el día de la fiesta de San Geronimito; doña Serafina Mendiolea que tuvo el putero más grande –qué te diré, fácil más de cien putas– aquí en El Cuadrante de La Soledad. Bueno, pa’qué te digo, tanto hicieron que aquí no cabe. Eran flor y nata.”
Con este volumen de cuentos y relatos, que recoge una trayectoria de más de tres décadas de escritura, Pterocles Arenarius confirma su calidad gramo por gramo y letra por letra. A pesar de que considera su literatura como un “acto de amor”, en la pasión y el ritmo de sus textos se respira la atmósfera del combate pugilístico. Después de todo, tanto en el box como en el sexo, los cuerpos se enfrentan rompiendo los límites de la identidad y del sentido.
Espero que al terminar de leerlos, ustedes puedan ver lo mismo que yo: en el centro de ese ring iluminado, la figura imponente y solitaria del Kid Pterocles que alza los brazos como todo un campeón.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Cuentos y relatos de Fiestas, libro de Pterocles Arenarius























La editorial El Eterno Femenino edita este libro "hecho a mano (...) por lo que cada ejemplar será único y se imprimirá tanto como el público lector lo requiera, por ello cada una de las ediciones será numerada".
          Cuentos y relatos de Fiestas es el tercer libro de Pterocles Arenarius. Consta de once narraciones, algunas difícilmente clasificables por género pues pudieran considerarse dentro del cuento ortodoxo algunas, del relato más o menos accidentado y sinuoso por sus divertidísimas digresiones, otras y hay textos que se pueden considerar alegorías, como Papas, amor mío o aquel (Ese conecte) en que el verdadero protagonista es el lenguaje.
          El fondo de estas narraciones es la fiesta en múltiples variantes. En el trasfondo están el humor y el amor. Por más que suelan encubrirse o disfrazarse con las máscaras del salvajismo, el abigarramiento y la vorágine.
          Dos cosas reconoce el autor de Fiestas, una, como anota (tomando prestado de Walt Whitman) en el prólogo "Esto que tienes en tus manos, lector, no es un libro, es un hombre", es decir, la flagrante, a veces descarnada honestidad que se siente ya desde el prólogo. Además el hecho de que este libro se fraguó muy lentamente, durante unos treinta años, de tal manera que es algo así como una antología personal del llamado Pterocles Arenarius.

viernes, 15 de julio de 2011

MUERE "EL MANE" ASESINADO

promotor cultural, fundador y presidente de la Barra Nacional de Promotores Culturales 3d2, "El Mane" fue muerto por unos asaltantes en Cuernavaca, Morelos, México, la noche del pasado sábado 9 de julio
la indignación entre promotores y artistas no se ha hecho esperar por una muerte más de la violencia que vive este país pero sobre todo por ser la muerte de alguien que bregaba por la cultura como arma en contra de esa violencia,
este grupo manifiesta, asimismo, su indignación
Cristina de la Concha

viernes, 8 de abril de 2011

Menú, mestizaje y la palabra por Pterocles Arenarius

Menú, mestizaje y la palabra

(Los cuatro elementos de nuestra apocatástasis)

Pterocles Arenarius

Es extraño que nadie haya anotado que la degradación actual se debe a la pérdida que está ocurriendo en nuestro lenguaje.
José Emilio Pacheco, Aforismos.

En un principio era el mito. Dios, en su afán de expresarse, confirió a las almas (…) un manto de conceptos poéticos y lo sigue haciendo diariamente al darle, también, al espíritu de cada infante, una inclinación a la poesía.
Herman Hesse, Peter Camezind


En cualquier fonda o restaurante a lo largo y ancho de México, comúnmente se ofrece lo que los mexicanos llamamos la “comida corrida”, la que ―con las correspondientes salvedades regionalistas― consiste en una sopa de pasta (de origen italiano), arroz (aportado al mundo por los países del más lejano oriente), el que se cocina casi siempre con jitomate ―no tomate verde, ni tomeito según los gringos, hablo del jitomate rojo o tomate de ombligo, del náhuatl xictli, ombligo; tomatl, tomate: es decir, xictomatl―, que por lo común también interviene en la elaboración de la sopa. Luego viene un guisado que casi siempre contiene carne de res o bien de cerdo o bien de pollo, guisada con alguna de las múltiples variedades de chile: verde serrano, jalapeño, guajillo, pasilla, morita, etc. Para concluir con un plato de frijoles, como para no olvidar nuestra profunda, secular relación con esta gramínea y también para quedar totalmente satisfechos. Aunque no olvidemos que siempre se ofrece un postre que bien puede incluir el chocolate y más raramente el amaranto. Y todo, excepto el postre, acompañado de tortillas de maíz a discreción. Suele haber, además, una salsa enchilada (que con frecuencia incluye jitomate), para darle picor a la comilona, la cual acompaña sin falta a todos los “tiempos” de la pitanza.
¿Por qué esta referencia al más común viático de los mexicanos? Porque deseo llamar la atención a varios hechos: uno) en este régimen alimenticio pueden faltar muchos vegetales y carnes o aparecer otros, pero jamás faltarán estos cuatro: el maíz, el jitomate, los frijoles y el chile…
Y lo que afirmaré, que es el dos), quizá parezca una exageración para los que no son mexicanos y también para los que no lo son en realidad aunque aquí hayan nacido: los mexicanos, desde hace unos tres mil años, nos hemos alimentado de maíz, frijol, jitomate y chile (además de muchos otros regalos de la tierra a lo largo de los siglos de nuestra historia: calabazas, chicozapotes, capulines, chilacayotes, zapotes, huanzontles o huauzontles, cuitlacoches, nopales, tunas, chía, tomate verde, tamarindo, entre los vegetales. Chimicuiles, acociles, gusanos de maguey, chapulines, escamoles, hormigas chicatanas, etc., entre artrópodos e insectos. Víboras, serpientes, iguanas, axolotl, ranas, charales, camarones, múltiples pescados, etc., entre reptiles, batracios y peces. Chichicuilotes, güilas, torcazas, pollos, patos, etcétera, entre las aves. Venado, armadillo, caballo, borrego, res, perro xoloizcuintli, ratas de campo, entre los mamíferos). Pero acompañando a los mencionados, el maíz, el jitomate, el chile, el frijol, durante ciertas etapas de la historia a unos, luego a otros, mas la base de nuestra alimentación en nuestros treinta siglos de tradición nunca han faltado en la dieta mexicana maíz, frijol, jitomate y chile.
Lo que sigue lo afirmó el sabio anónimo: “El hombre es lo que come”. En su momento, hace siglos, lo proclamaron, con sabiduría no menor, los mesoamericanos en la afirmación autoalusiva: “Somos los hombres del maíz” y en su mitología cosmogónica nos proveyeron de una historia de la manera ―picaresca, no tan lícita― en que obtuvieron de los dioses este manjar.
Quiero llegar a lo siguiente: los mexicanos, aunque seamos mayoritariamente mestizos tenemos un componente indígena muy poderoso. Aunque muchos se avergüencen de ello, aunque la mayoría lo niegue, aunque nos apellidemos Hernández, Rodríguez, López, Sánchez y Pérez, es decir, hijos de Hernando, Rodrigo, Lope, Sancho y Pedro. Y aun cuando la mayoría ni siquiera se dé cuenta, somos mucho más indios de lo que nos imaginamos, incluso de lo que algunos quisieran aceptar. ¿Quién que es mexicano puede decir que no come todos los días maíz, frijol, jitomate y chile? Nuestros antepasados forjaron la gran alianza simbiótica que es también relación dialéctica con esos vegetales. Ellos nos alimentan, nos dan la vida y nosotros los protegemos y los ayudamos a que existan desde hace unos tres mil años; les hemos dado la muerte al alimentarnos de ellos, les damos la vida por lo mismo pues los cultivamos, los hemos domesticado, los protegemos, ellos nos alimentan.
Hace poco más de un par de décadas, el prominente antropólogo Guillermo Bonfil Batalla, en el ya mencionado libro México profundo llamó la atención a una serie de hechos semejantes a lo que aquí se anotó; la tesis a demostrar era que entre los mexicanos a partir de clase media hacia abajo en los estamentos sociales, el componente indígena es mucho más grande e intenso entre los mexicanos de lo que pensamos. Es decir, en la abrumadora mayoría. A tal fenómeno lo llamó El México Profundo, frase que usó como título del libro que hoy es ya un clásico de la antropología mexicana.
Bien, pero esto no se queda en la manera de alimentarnos. Ya dijimos que el hombre es lo que come. En efecto, en todos los demás órdenes de la vida, guardamos ―incluso de manera inconsciente― nuestro inmenso componente aborigen que es esencialmente femenino (porque el mestizaje se hizo entre el invasor europeo, armado, que arrasó esta tierra y las mujeres de los vencidos, jamás vinieron mujeres españolas a copular con indios para la procreación de mestizos). Y por ello es más fuerte. En las costumbres, en nuestras maneras de pensar, en la forma en que amamos, es decir, en nuestra manera de entender y transcurrir la existencia en este mundo somos más intensa y extensamente, indígenas que europeos. Aunque, como vimos en el caso de lo que comemos, actualmente haya una enorme cantidad de alimentos que enriquecen nuestra comida. En otras palabras, nuestra esencia no fue abolida, sino enriquecida. Aunque muchos entiendan el vocablo indio como un insulto. Nuestra manera de alimentarnos es la mejor muestra de que en la gran mayoría de los ámbitos conservamos nuestra esencia.
(Entre paréntesis anotemos el terrible fenómeno de la corrupción de nuestra manera de alimentarnos que ha provocado la obesidad que se está presentando masivamente entre la población mexicana brutalmente engañada por la propaganda televisiva para que consuma esa basura nutrimental que son los llamados alimentos chatarra y las aguas endulzadas y carbonatadas. También anotemos la parte que nos corresponde de culpa en esa catástrofe).
Pero hablemos de lo maravilloso que abunda en este país, a pesar de la eterna crisis económica que con más o menos continuidad se encuentra entre nosotros desde el año 82 del siglo pasado; de los gobiernos federales, cada uno peor que su antecedente y, el colmo, del baño de sangre con más de 30 mil muertos en que desde 2006, se debate México.
Aunque la patria se esté desintegrando, las maravillas que nos acompañan desde los primeros siglos de nuestra historia, no desaparecen. Lo más maravilloso de todo es que no sólo en la alimentación guardamos nuestra esencia. Aunque no lo tengamos muy consciente, en nuestras costumbres, en nuestro lenguaje, en nuestras maneras de amarnos (y desgraciadamente, para nuestro mal, también en las de odiarnos o despreciar a los más débiles) conservamos aquella esencia, la indígena. Como lo hizo explícito Guillermo Bonfil Batalla en su histórico libro.
Los españoles se llevaron todo, pero nos dejaron todo al dejarnos su lenguaje, dice Gabriel García Márquez. Añadiré que se llevaron todo, pero no lograron eliminar lo más importante, nuestra esencia; y además, en efecto, nos dejaron todo, el lenguaje. Una formidable manera de apropiarnos del mundo, que no otra cosa es el lenguaje. La herramienta civilizadora por excelencia, el lenguaje. Un extraordinario lenguaje, el español, que a estas alturas es uno de los más viejos y ―en varios sentidos― uno de los más ricos del mundo actual.
La civilización es el camino opuesto a la bestialización. En efecto, la civilización es contraria al orden natural. A contracorriente de nuestro origen primate, en la civilización se suprime la ley del más fuerte que impera en la naturaleza salvaje. Entre los civilizados el más débil no está condenado a desaparecer, sino al revés, en la medida que las civilizaciones y con ellas los lenguajes desaparezcan, seremos más pobres; porque un lenguaje es una manera distinta y no menos humana que todas las demás, de apropiarse del mundo mediante el entendimiento. Con respecto a la civilización consideremos dos cuestiones. Una, la humanidad se enriquece en la medida en que haya más civilizaciones. Y dos, recordemos que sólo seis lugares y los correspondientes grupos humanos que los habitaron, son realizadores y continentes de civilización. La civilización es la más grande hazaña humana: la creación del estado, la religión, de códigos legales, de ciencia, arte, lenguaje escrito, ciudades, sistema económico y social, entre algunas otras maneras de organización. Sólo Egipto, Mesopotamia, China, India, Mesoamérica y la Región Andina crearon civilización original en la historia de este planeta.
De tal suerte que ser Indio es ser el descendiente de los creadores de aquella cultura milenaria y original, primigenia en este planeta. Ser indio es tener como antecesores a los que hicieron de la palabra la flor y el canto; de los que concibieron a Tloque Nahuaque, El Señor del Cerca y el Junto: pasmoso concepto de la divinidad que nos remite a la entidad que “(me mantiene) Lleno de de mí, sitiado en mi epidermis/ por un dios inasible que me ahoga/ mentido acaso/ por su radiante atmósfera de luces”. Pero que no menos pareciera relacionado con la inaudita “Esfera de Pascal, con centro en todas partes y circunferencia en ninguna parte”.
Nuestro lenguaje, el español, está saturado de vocablos que provienen de las lenguas mesoamericanas. En la zona mesoamericana, (Nuestra toponimia náhuatl, tolteca, maya, mixteco-zapoteca, purépecha, rarámuri, huasteca, totonaca, etcétera, con sus correspondientes gentilicios), sólo eso, ha agregado miles de vocablos al español. Prácticamente toda la toponimia de la zona mesoamericana ―y por ende los gentilicios― son palabras de las lenguas prehispánicas. Las palabras que constituyen nuestros alimentos, aportan asimismo una cantidad importante de vocablos. Y esto a despecho de que ya no seamos indígenas. Pero tampoco somos españoles. Somos una hibridación, un mestizaje cuyos componentes español ―paterno―, indígena ―materno― y negro, nos dan una serie de características únicas en el mundo. Regresando al asunto de los alimentos, no es en balde que un producto de tal mestizaje, como es la cocina mexicana, haya sido reconocido, ¡por fin!, como patrimonio intangible de la humanidad.
En la alta cultura actual de México se encuentra ―como en su gastronomía mundialmente reconocida― la esencia de los treinta siglos de civilización que forman nuestro espíritu. Que no es otra cosa sino la cultura lo que forma nuestra parte sublime, el espíritu.
Ser indio es haber resistido la vecindad del imperio que tiene en sus manos (y utiliza) el más grande poder destructivo alcanzado en la historia de la humanidad. Asimismo, es la sangre de los indios la que se ofreció en sacrificio para que ocurrieran las dos descomunales transformaciones de México, la Independencia y la Revolución.
Es necesario admitir que la sobrevivencia de esos atributos milenarios es una sinigual hazaña del espíritu. Y, por supuesto, vale preguntarse, ¿de dónde sale la energía, la fuerza que ha permitido la permanencia de lo esencial de nuestro más remoto origen? He aquí una hipótesis: de la poesía. La poesía que nos acompaña porque nos habita desde los albores de nuestra historia. La poesía que es la más poderosa manifestación del espíritu porque ocurre a través de la palabra. Porque finalmente somos palabras (“En el principio fue el verbo dice cierto libro”).
La sublime palabra, la poesía desde los tlamatinime nahoas, los mayas, toltecas, totonacas y mixtecos que rescataron Ángel María Garibay y Miguel León Portilla. Pasando por la divina Sor Juana, fundadora de nuestra literatura en español y quien nos incluye muy dignamente en el siglo de oro español, al lado, ni más ni menos, de los góngoras, los quevedos, los lope y los cervantes.
La poesía que llevó a los liberales juaristas del XIX a refundar la literatura mexicana mientras creaban el verdadero México, este de hoy que se nos está deshaciendo entre las manos.
La poesía que se encuentra en toda nuestra literatura que, para este momento, es de primer mundo. Mientras nuestros gobiernos son dignos ya no de las dictaduras musulmanas que se tambalean o que han caído, sino peores, porque estos son más mañosos y mucho más cínicos y se atreven a decirnos que vivimos en una democracia. Curiosa democracia que tiene a cinco de los más ricos del mundo y también a 30 millones de personas en los límites de la hambruna.
Finalmente, México ha cursado crisis tan atroces como la de este momento. En el XIX, cuando estuvo a punto de desaparecer por las invasiones gringa y francesa. En el XX, en la gran hecatombe de la revolución. Y, me atrevo a decir, como Pacheco, que la pérdida de nuestro lenguaje ha resultado en esta degradación sin límites.
Los medios masivos de comunicación (televisión, radio, internet, telefonía) se encuentran en manos de saqueadores y se dedican a propagar la prostitución. El lenguaje es como nunca destrozado, degradado y prostituido por los que tienen la voz en esos medios. Los supuestos artistas electrónicos son, en realidad, simples prostitutos y prostitutas ensimismados y ensoberbecidos en su asombrosa ignorancia e incapacidad lingüística. Las noticias son mentiras completas o a medias, más manipulación y chismes increíblemente estúpidos. El gobierno está encabezado por un pobre hombre que pretendió censurar a una valiente periodista que simplemente le preguntó si tiene algún problema de salud. Nuestra imagen oficial está atrozmente arruinada.
Sin embargo, el México profundo existe. La gran cultura de los mexicanos no se ve ―salvo grandiosas excepciones ― en los grandes medios de comunicación. Nuestra literatura, brutalmente marginada, repito, es de primer mundo. En este momento, como en pocos de nuestra historia, podemos contar, por lo menos, a una centena de escritores de primera línea en nuestro idioma. Nuestros artistas plásticos pueden exponer dignamente en cualquier parte del mundo, los músicos mexicanos están activos como pocas veces en múltiples géneros, desde la música tradicional como los huapangueros de las huastecas, los roqueros de todas las ciudades y los músicos cultos, etcétera.
En este momento, por fortuna, no podemos entender “El derecho de guerra”, que autorizaba a los vencedores de los conflictos bélicos a expulsar de este planeta a los vencidos, mediante la muerte de los hombres y la apropiación de las mujeres. La limpieza étnica, consciente o no. De igual manera nos alarma la opresión sobre la mujer y el indígena, no menos que el mal trato a los infantes.
Es misión de esta generación de mexicanos construir el país que sea “Un mundo en el que quepan todos los mundos”. El sustrato, la esencia, pervive, está entre nosotros. México no puede ser dos naciones, la de los ricos de primer mundo y la de los millones de pobres (gordos, humillados, hambrientos, ignorantes, paupérrimos y marginados), mientras los magnates se hinchan de dinero exprimiendo casi hasta causarle la muerte a la gallina de los huevos de oro, que no otra cosa es nuestro país.
Tenemos que lograr, como lo dijo José Revueltas, que los mexicanos sean desgraciados, porque en los avatares de la vida emocional o espiritual se hayan labrado su propia desgracia, pero jamás porque un explotador los someta a la miseria material.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El Grupo de la Concha participará en el 6º Equinoccio Enlace Huapalcalli 2011

6º Equinoccio Enlace Huapalcalli 2011
Ceremonia Indígena Latinoamericana
Brasil – Perú –México

El domingo 20 en Huapalcalco, a las 10 horas dará inicio, como ya es costumbre, el 6º Equinoccio Enlace Huapalcalli 2011 organizado por el Consejo Pro Difusión de la Cultura Prehispánica que en esta ocasión se caracterizará por la Ceremonia Indígena Latinoamericana, y al que han sido invitados los escritores del Grupo de la Concha.
Por primera vez en México, escritores e indígenas y poetas indígenas se unen para llevar a cabo este Gran Encuentro Indígena Literario del  6º Equinoccio Enlace Huapalcalli 2011, el 1er Encuentro Indígena Latinoamericano y el 3er Encuentro Latinoamericano de Escritores en Pachuca, Tulancingo y el Valle del Mezquital, que comenzará el viernes 18 de marzo en la capital del estado para concluir el viernes siguiente, 25 de marzo.
En la zona arqueológica de Huapalcalco, el domingo se reunirán las etnias de las comunidades de Los Reyes, Tepepa, San Francisco Atotonilco, Nuevo San Juan, Chimalapa, Santa Ana Tzacuala, Santa Catarina, Tlacomulco, Santa Ana Hueytlalpan, y los municipios de Tenango, Huehuetla y del Valle del Mezquital, para ofrecer sus rituales y danzas prehispánicos junto con las etnias de los estados de la república mexicana y de los países invitados.
Cada comunidad vendrá acompañada por sus médicos tradicionales que encabezarán las ceremonias y realizarán sus ofrendas al lugar, en sus atuendos típicos, con su copal y las ofrendas que acostumbran en sus lugares de origen, de tamales, atole de champurrado, mole, flores, fruta, maíz y pan.
Los escritores de la Unión Latinoamericana ofrecerán su lectura poética alusiva a las culturas ancestrales de nuestra tierra mexicana, con quienes, posteriormente, los indígenas de Acaxochitlán realizarán su Ceremonia del Xochitlmalkpal en la que los harán partícipes.
La Ceremonia Indígena Latinoamericana Brasil – Perú – México tendrá lugar por establecer lazos de hermandad indígena entre estos países latinoamericanos, en la que se contará con la participación indígena de la brasileña Eliane Potiguara, líder indígena de su país, y de la poeta peruana Gloria Dávila, quienes en su forma autóctona tradicional llevarán a cabo un ritual en sus lenguas con traducción al español, y en reciprocidad los indígenas mexicanos representantes de las diferentes etnias presentes en el Equinoccio Huapalcalli realizarán el suyo propio. Una ceremonia que estará llena de emotividad.
Cerca de trescientos indígenas arribarán a la zona arqueológica de Huapalcalco con sus rituales y acompañando a sus representantes.
Con esta Ceremonia Indígena Latinoamericana comienza el 1er Encuentro Indígena Latinoamericano que continuará el lunes 21 de marzo, en el Auditorio Ejidal de Huapalcalco, a las 10 horas, con un foro de reflexión cuya organización está a cargo de Jorge Echeverría Merlo, presidente de la REDOSC HIDALGO 84.
Humberto Muñoz, quien iniciara el grupo de danza tolteca Huapalcalli en 2010, ya está practicando las danzas para el Equinoccio 2011. Mientras Gilberto Muñoz prepara el programa ceremonial, Iván Reyes trabaja en los símbolos que se trazarán para el ceremonial. Ma. de Jesús Villegas y Cristina de la Concha se encargan de la gestión y la logística con el apoyo de Reyes Gutiérrez y de Elvira Romero Gómez.

jueves, 3 de marzo de 2011

CONTINÚAN LAS LECTURAS POR LA PAZ


En Tertulaias del Cabral en Hermosillo, Sonora
En el D.F., en el Monumento a la Revolución, en el Día Internacional de la Mujer, este sábado 5 de marzo, de 3 a 9 pm, 'Por el No a la violencia contra la mujer'

En la Lectura x la Paz del 28 de diciembre de 2010, leído el 5 de febrero, 2011, en la Explanada del Centro Cultural José Martí, México, D.F.

"Hoy festejo que existe gente todavía en mi país como ustedes, que están aquí, por la preocupación a causa de lo que acontece en nuestra tierra mexica. Y quiero ahora festejar que están aquí porque han pasado de largo frente a ese individualismo que poco a poco se ha ido apoderando de gran parte de nuestros hermanos mexicanos, esa peste que es el individualismo que ha entrado corriendo por las calles, en casas y edificios, en valles, ríos, y en desiertos, penetrando rincones recónditos, invadiendo entendimientos, engañando a la lógica con la consigna de que es la única manera de subsistir en esta tierra donde hemos visto que nos han dejado colgados con proyectos, que nos han dado la espalda cuando hemos pedido ayuda, donde hemos visto que cada quien se rasca con sus propias uñas, donde nos han dado en la mejilla con un ‘cada quien pa’ su santo’, con una bofetada de ‘yo solito desde mi trinchera’, una propia, privada e individual trinchera. Por eso ahora los festejo a ustedes, porque no sucumbieron a esa peste y están aquí, porque sienten como yo lo que está lacerando a esta tierra, porque lamentan como yo ese contagio y la ausencia de vacunas y remedios que anulen la enfermedad.


Esa peste en que, como si José Alfredo Jiménez lo hubiera visualizado desde su momento, el concepto de vida adquiere un matiz fugaz, de desesperanza o de trivialidad, “la vida no vale nada” y fluye la sangre como si no valiera y se desperdigan amenazas y balas como si no hubiera nada por qué vivir, nada qué perder.
Por eso hoy festejo que están aquí en contra de esa violencia, estamos aquí porque creemos en la raza de esta tierra, una sola de cualesquiera descendencias, una todos los de cada uno de los rincones de nuestro México.

Porque este grito en contra de la inhumana crueldad surge de un impulso de abrazar a aquellos que están siendo lastimados por ella, de un ímpetu de estrecharlos a todos ellos que están sufriendo los estragos de las ansias de poder, de los intereses económicos, emerge de un deseo de acoger a aquellos que han tenido que huir de la madre patria, del duelo instintivo que llevamos por tanta muerte, de unas lágrimas que quieren brotar ante este país que se desgarra.

En esta sensibilidad de ustedes para estar aquí por la paz, yace la comprensión de los lazos entre cada uno de los pueblos y comunidades, las capitales y estados, de México, esa comprensión que nos hace vernos como seres humanos iguales todos, con los mismos errores, defectos, omisiones, las mismas necesidades, y percibimos ese dolor, ese miedo que parece extenderse abarcando cada vez más.

Por eso, los celebro a ustedes, a la vez que insisto en convocarlos a oponerse a esa peste con su sensibilidad, a impregnar a otros de ella contraviniendo esa plaga, sanando a otros del individualismo que nos han sembrado, que es esa epidemia la principal causa de la violencia, de la masacre que sólo persigue satisfacer deseos propios particulares, egocéntricos... individualistas.

Los festejo a todos ustedes y a mi tierra y a mi raza, la que somos hoy todos, y festejo su flora, sus árboles, sus pencas y nopales, su aguamiel y sus manjares, festejo su águila y su serpiente, sus modismos y su mariachi, festejo todo lo que es ella en sus antojitos, sus chiles, sus artesanías y sus pirámides, festejo al sol que brilla sobre nosotros y a Quetzalcóatl y a Coatlicue, a la Guadalupana y sus procesiones, festejo su habla y su sentido del humor que alivia. Festejo a su gente y a esta Madre Tierra que gracias a ella soy, y gracias a ella estoy aquí, con ustedes.


Gracias."
Cristina de la Concha

viernes, 14 de enero de 2011

De la poesía de Dinko Pavlov

Una ventana abierta a mi infancia
estremece mi garganta
resucitando antiguos dolores,
castigos medievales;
eran tiempos de voz baja,
silencio era la orden sagrada,
infinita represión
que ahora disuelvo con paciencia,
con el devenir de los años
el discurso se vuelve justo.





Hoy por hoy,
helados besos en la conciencia
avisan que el invierno
refleja su pasada,
nos vuelve metales
o bruñidos espejos parpadeantes,
Más allá todo en movimiento
trata de ganar espacios,
volver desde la muerte es el lema
con miradas solemnes.

Enmudece el silencio,
la caída de la nieve detrás de la puerta
pone su afilado dedo
sobre los labios,
haciendo huir las palabras
en todas direcciones,
ladrones sorprendidos
en plena faena.

Oraciones y frases se enmascaran
en evasivo discurso,
emergen rompiendo su pacto
a la hora precisa en que el diálogo
“requiescat in pace”.